Iba a alquilar un piso y, aunque parecía que estaba bien, conservaba
mis dudas acerca del vecindario. El agente de la inmobiliaria me aseguraba que aquella
era una zona tranquila y que en el edificio solo vivían dos mujeres. Quería
asegurarme de que esto era así, de modo que pasé algún tiempo inspeccionando la
vivienda que, efectivamente, además de moderna y bien conservada, parecía
silenciosa, al menos a aquellas horas del mediodía. Recuerdo encontrar un
pequeño grafiti en una rejilla exterior, llena de polvo. Tampoco las mujeres
parecían ser gente muy normal, pero, a fin de cuentas, a mi lo que me interesaba
es que no dieran problemas.
Había gente reunida en aquel piso que iba a alquilar, era
como una especie de celebración, y alguien me avisaba que mi música había aparecido
en los últimos capítulos de la serie Futurama. Buscaba en el YouTube los cortes
con mi música e imaginaba que a partir de entonces mis ingresos aumentarían,
dada la fama de la serie, pero no esperaba que esto fuera a ser demasiado
significante. En el primer vídeo que encontramos, había tres cortes con mi música.
En el segundo de ellos habían utilizado mi pieza como base de unos cantos. Todo
aquello me pareció excelente, con la salvedad de que parecía que habían
recurrido a archivos de baja calidad. Al tiempo que me sentí entusiasmo por la
utilización, también sentí un poco de pereza por tener que buscar entre todos
los vídeos de Futurama los cortes con mi obra.
El agente de la inmobiliaria me avisaba de que había unos
clientes interesados en el piso y que debía darle una contestación inmediata
sobre mi alquiler o me arriesgaba a perder la oferta. Recuerdo comenzar a realizar
una transferencia con el teléfono móvil. Un mes de fianza y otro mes de la
mensualidad. No era demasiado caro el alquiler, pero tampoco barato. Aplacé el
envío de la transferencia, pensando que aún tenía tiempo.