Pretendo dejar anotada aquí una reflexión, a tenor de una entrevista realizada a un artista que, al parecer, andaba defendiendo la música real frente al fenómeno que podríamos denominar, sin demasiada retórica, a fin de entendernos, música de internet. Ya solo con este planteamiento a la vista, parece que trae miga.
Bien pudiera ser que el entrevistador no anduviese demasiado fino (algunas preguntas, como la entrevista muestra abiertamente, no fueron demasiado acertadas) y quizá en virtud de ello debamos disculpar al entrevistado (y al entrevistador también, qué diantre), a razón de atribuir en el presente ensayo matices y reflexiones impropias.
De momento la entrevista la podéis ubicar fácilmente en internet (justo en el medio sobre el que se cierne la crítica) sin rebuscar demasiado, siendo este uno de los primeros resultados en mostrarse a alguien sediento de literatura sobre la propuesta musical del artista en concreto. Quiero dejar patente, antes que nada, que voy a ceñirme a un párrafo y no voy a tratar de la propuesta respetable y precisa, entre otras cosas, porque eso daría pie a otro largo además de tedioso y extenuante escrutinio.
Vamos, sin más demora y siempre que me sea permitido, al texto en cuestión:
“Lo que ocurre es que todo el mundo luce bien en Internet, pero cuando ves a alguien en directo es cuando de verdad puedes determinar si realmente es bueno o no. Puedes corregir una canción todas las veces que quieras cuando estás en el estudio, en tu cuarto o donde sea. Pero eso no es la vida real. La vida es imperfecta, y ahí es donde se ve de verdad lo que vales, tu verdadero talento.”
Constantemente, a lo largo de mi carrera, oyentes diversos me han criticado por componer música poco orgánica, precocinada, robótica, sin vida… y esto me ha llevado a considerar que realmente hay una tendencia en apreciar más la llamada música en vivo, imperfecta pero más, por así decir, natural.
El público, en una gran parte si no en su mayoría, muestra deferencia por la fórmula tradicional del escenario, donde, a parte de la música, otros elementos extra musicales intervienen; es ahí donde podemos presenciar la actuación: imagen, gestos, ambiente, humo, focos, el sudor del artista en el preciso e irrepetible momento presente, en un lugar concreto y ante el público.
Esto entronca directamente con un viejo debate que ya abordé en Las torres de papel sobre las trampas del artista hará cosa de once años. Dejo enlaces a pie de texto, como respaldo o bonus del presente análisis para el interesado.
Retomemos ahora el párrafo, desmenuzándolo y pormenorizándolo, no sin de antemano presentar mis debidas disculpas puesto que, extirpado de su matriz, temo pierda fidelidad, aunque, no obstante, lo menos, el sentido general podamos darlo por claro y concluso.
“todo el mundo luce bien en Internet”
Es mentira. Hay gente que le sienta bien internet, desde luego, pero en cambio hay bastante gente que internet le sienta pésimamente y, entre toda esa gente, que son un gran número, por cierto, habremos de encontrar gente de algún éxito e incluso prestigio.
Así que lucir bien, por fortuna o desgracia, ni siquiera es el todo.
“cuando ves a alguien en directo es cuando de verdad puedes determinar si realmente es bueno o no”
Esto es parcialmente cierto. Sin lugar a duda un directo ofrece muchas pistas sobre la valía de un artista, pero no debemos descuidar que también sus grabaciones aportan pruebas fehacientes. Puede tratarse incluso de grabaciones con una mínima edición, bastante crudas, que nos procuren un aspecto bastante aproximado y fidedigno de lo que buscamos o pretendemos encontrar en un artista.
Hay artistas pasables y hasta buenos a los que el directo no les sienta del todo bien y artistas con un directo increíble que en cambio no destacan demasiado tras cruzar las puertas de un estudio.
Puede establecerse una analogía en el deporte, como distintas disciplinas: Entre un corredor de los cien metros lisos y un saltador de vallas.
Obviamente, observándolos en una competición podrás pensar que son buenos o malos, aquí la entrevista no nos descubre gran cosa.
Ambos atletas precisan una buena forma física además de ciertas aptitudes deportivas y, probablemente, si son buenos en los cien metros lo serán también saltando vallas. También saltando vallas podrán desempeñarse en los cien metros y esto, como verán, es extrapolable al caso que nos concierne. No obstante, llegado el momento de ser el mejor medallista, cuando haya que competir contra serios rivales y la prueba requiera un alto grado de especialización, cuando se pueda o se deba realmente determinar si es bueno o no, resultará verdaderamente difícil que el corredor gane las dos competiciones. Por supuesto es perfectamente posible, pero no es lo habitual.
En otras palabras, establecer el directo como práctica absoluta de la valía del artista viene a ser sesgado y lleva implícito sostener algo así como que los logros obtenidos en una determinada prueba, categoría, especialidad o contexto son más determinantes, decisivos y valiosos que otros análogos.
Ambos corredores son atletas, comparten mucho, son especialistas cada uno en lo suyo.
“Puedes corregir una canción todas las veces que quieras cuando estás en el estudio, en tu cuarto o donde sea. Pero eso no es la vida real”.
Sí, puedes corregir una canción todas las veces que quieras en tu estudio, pero una mala canción va a seguir siendo mala por muchas veces que la corrijas, por mucho que la sobre produzcas, por mucho que la maquilles o por mucho tiempo, esfuerzo y dinero que inviertas en ella. Aunque la vistas de seda. Podemos hablar también de una mala canción, mal producida y que tenga éxito en cambio.
Es más, una mala canción, en un directo, puede parecer hasta buena si se interpreta de forma magistral, en virtud de la tramoya y el encanto de una actuación en vivo. El carisma, el magnetismo, la presencia o la mera fama de una cantante puede hacernos olvidar que su canción no es todo lo buena que debería.
Con esto quiero nada más dejar patente que el directo puede presentarse tan engañoso como el diferido internet y que corregir y perfeccionar una canción cuantas veces se quiera o se pueda no es tampoco algo exclusivo del estudio ni de la supuesta vida ficticia. En el directo también se corrige, se maquilla, se imposta y hasta se falsea, ensayando y tocando, como es axiomático. La distribución del tiempo es distinta, las fórmulas cambian, existen herramientas para cada ocasión, eso es todo.
“La vida es imperfecta, y ahí es donde se ve de verdad lo que vales, tu verdadero talento”
Acerca de esta cuestión, el texto parece hacer hincapié en pretender presentarnos a alguien que ha vivido mucho, que atesora experiencia, que ha sufrido, luchado y cuenta con un valioso aporte que ofrecer. Esto es, en última instancia, lo que parece otorgar valor a la propuesta del artista, quien defiende el arte como modo de vida y como redención.
Antes de acometer este punto y para dar por zanjada la cuestión formal;
Imaginaros que, en vez de un mundo con bastantes medios de grabación y difusión a nuestro alcance, donde prácticamente un joven de catorce años puede sustituir a una cadena de televisión en el cuarto de la casa de sus padres, vivimos en una era en la que los registros fonográficos son rudimentarios y escuchamos en discos de vinilo las toses del público de grandes, costosos y fabulosos conciertos con soberbios músicos y cierta precariedad técnica.
Si alguien en algún momento lograra alcanzar la tramposa perfección digital que ahora tenemos a tiro de piedra y sin mayor esfuerzo, que por lo mismo tendemos a desdeñar, estoy seguro de que más de un oyente caería rendido a los pies de este visionario y todavía algún otro se devanaría los sesos en pos de descifrar los entresijos de esa producción imposible, sin ataduras mundanas y corruptas.
En cambio, habría otros, por descontado, que darían la espalda a esta música del futuro, alegando que suena Un poco MIDI y que es completamente desalmada. Les parecería acaso música de los dioses, del diablo, qué se yo. De cualquier modo, les parecería algo que no tiene relación con la vida y lo real, con lo que los identifica y los ata a la tierra. Alzarían sus vinilos polvorientos y rayados como si fueran hostias consagradas y nos invitarían a arrodillarnos y a adorarlos.
Ni que decir tiene que esto último me parecería un error, aunque, de nuevo, una vez más, en esta guerra no hay un bando ganador, pues la última palabra, me temo, no existe.
En lo tocante al contenido, a la piedra angular de la propuesta artística, mi respeto, amor y admiración por la artista entrevistada. Creo firmemente en el arte como redención, como terapia, pero, más que como deudor de los valores existenciales de la vida, en muchas ocasiones, a pesar de ella.
Es aquí cuando se presenta otro sugestivo debate, ¿Es la vida de un artista el respaldo de su obra? Porque por este artista en concreto cabe precisar respeto, compasión o admiración según lo poco que he leído, pero… ¿Qué decir de aquellos artistas que no fueron precisamente personas ejemplares y su música en cambio ha sido y/o es altamente aceptada? ¿Sabemos realmente de la vida de los artistas y si sabemos…? ¿Qué es, determinante o complemento de nuestras escuchas? Nada más, señorías.