29 de diciembre de 2020
27 de diciembre de 2020
Halcón viajes
Chateaba con un viejo compañero de la facultad y, en
medio de la conversación, me aseguraba que eso que él decía, lo secundaba también
B. Yo me preguntaba quién era B y B resultaba ser Beatriz, su novia. Nos
encontrábamos en mi antigua casa y la pareja nos preparaba una sopa de
zanahoria. La zanahoria parecía cruda.
Viajaba en el metro con mi novia, con destino hacia las
islas Canarias, donde nos esperaban mis padres. El metro era laberíntico y
confundo este sueño con otro de una estación o un aeropuerto de interminables
pasillos amarillos, donde subíamos y bajábamos escaleras mecánicas y nos
confundíamos de avión o de andén[1]. Debíamos
consultar en el móvil si el hotel estaba situado en la isla a la que
llegaríamos.
El tiempo avanzaba inexorablemente y temía que mis padres
fueran a enojarse. Atravesábamos torniquetes, pasos elevados y zonas con
paredes desconchadas. Descubrimos que el hotel, en efecto, estaba en la isla de
Gran Canaria, pero el metro, desgraciadamente, no llegaba hasta allí.
Consultaba entonces un mapa en tres dimensiones de las islas a través del móvil
y me parecían distintas a como las recordaba.
Tuvimos que salir a la calle y allí buscar una oficina de viajes. Era ya algo tarde y las oficinas habían cerrado. Solo quedaba una oficina abierta de Halcón viajes, en la que, antes que nosotros, había entrado una pareja, con lo que habíamos de esperar. Era posible que cuando entráramos no quedaran billetes. En la puerta de la oficina observé una inscripción que rezaba algo muy parecido a:
De lo público lo social y de lo social lo privado.
[1] Efectivamente, queda recogido en el sueño de La barandilla
25 de diciembre de 2020
18 de diciembre de 2020
15 de diciembre de 2020
14 de diciembre de 2020
Los vecinos músicos
Anoche soñé que unos vecinos músicos dejaban en frente de
mi casa un contrabajo desvencijado. Al dejarlo, un hombre se quedaba observándolo
y dudaba sobre si se lo iba a llevar. Finalmente, cuando este hombre se alejó,
guardé el contrabajo en mi casa. Posteriormente los músicos volvieron a dejar
un trombón viejo, pero en esta ocasión se lo llevaron y, después de eso,
volvieron a dejar un trombón que no había visto antes, bastante moderno en esta
ocasión, con forma completamente recta y un tubo de plástico rosa en su
extremo. El procedimiento fue el mismo; un hombre se quedó mirándolo hasta que
decidió marcharse, y yo procedí a guardar el instrumento en mi casa. Había de
restaurar el contrabajo y de limpiar el trombón. Mi madre me advirtió sobre el
uso de agua caliente y con presión, por si se me quemaban las manos.
Parecía que los vecinos músicos tenían intención de reconciliarse con nosotros, de ahí los regalos, y estábamos aguardando su visita. Era como si la música fuera a hacernos amigos. El contrabajo era de la marca Yamaha y los músicos nos informaban de que se trataba de una marca muy seria, pero que había divertido a mucho público. Los músicos daban clase en una escuela y me explicaban los sonidos del contrabajo, que se asimilaban a los de los elefantes.
Algunas chicas de raza negra se saludaban y para ello
debían hacerlo sin tocarse los pechos. Un chico jugaba al fútbol y era especialmente
habilidoso. Me encontraba en la terraza de un hotel restaurante en compañía de
una chica de los músicos, que estaba pensando en casarse con el talentoso
futbolista. Una amiga le recomendaba que no se obsesionase con la boda, a lo
que la músico alegaba que cómo no iba a casarse con ese chico si era un
completo desastre.
Un niño, para pedir algo en la terraza, me preguntaba qué era el ánodo y el cátodo, y cómo se dividía un átomo. No le ofrecí mucha información al respecto y pedía una suerte de tarta de limón. Observaba lo que se había pedido la amiga de la músico: un café con limón que tenía mejor pinta que mi tarta. No obstante, mi tarta resultó bastante aceptable. Una señora algo mayor y con algo de sobrepeso nos atendía, vestida de sirvienta. Su jefe la llamaba para comunicarle que había de trabajar el puente, cosa que a la señora le pareció bien porque le gustaba trabajar, igual que a la músico casarse.